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Profundizando en el Diseño Humano

Los seres humanos somos una especie neotécnica, lo que quiere decir que nacemos antes de tiempo, con tejidos y sistemas sin terminar de formar (aportes de Bergman y la biología evolutiva). Por ejemplo, la formación de tejido óseo, no se completa hasta el año posterior al nacimiento. Hasta entonces, a diferencia de otros mamíferos que al nacer se ponen de pie, los seres humanos no podemos tenernos en pie ni movernos por nosotros mismos.

Los datos más importantes de este proceso provienen del campo de la formación del cerebro. Los mamíferos en general cuando nacen tienen el 80% del cerebro ya formado. En cambio, las criaturas humanas, al nacer, tenemos una formación cerebral que sólo es el 25% de la que tendremos de adultas; y sólo alcanzaremos ese 80% a los 12 meses de haber nacido.

Todo esto confirma que los 12 primeros meses de vida extrauterina es un período gestacional, y que debiera vivirse como un solo organismo conformando una díada mamá/bebé en estado de fusión emocional como nos describe con tanta claridad Laura Gutman en sus libros. Esto nos da una indicación de la importancia de lo que ocurre en ese primer año de vida extrauterina para la formación del cerebro.

La crianza tiene una enorme importancia y trascendencia para la formación del cerebro y el estado de bienestar general y futuro del niño.

La clave es el nivel de maternaje, que los niños han recibido durante los primeros años de vida. Es decir, si sus necesidades básicas emocionales de cuerpo materno, amor, mirada exclusiva, cobijo, abrazos, caricias, amparo, reconocimiento han sido satisfechas o no. Si la madre ha sentido al niño, pudiendo responder a sus demandas y acompañarlo en su desarrollo. Dándole así la seguridad primaria que será vital para su posterior despliegue y libertad.

Lloyd de Mause explica que la falta de relación corporal y amorosa con la madre afecta al desarrollo de la parte del cerebro de la que depende nuestra capacidad de empatizar con nuestros próximos; de manera que en la medida en que se produce esa carencia y esa falta de desarrollo, nos hacemos incapaces de relación empática, y por tanto capaces de permanecer impasibles al sufrimiento humano y capaces de impartir la crueldad.

¡De esto depende, el futuro de la humanidad!