Nuestra vida es emergencia de la Vida y tiene sabiduría propia para mantener su propio orden, el cual sólo es posible en relación con el Todo. Cada ser se constituye en, para y con cada uno de los otros seres del Universo.

El milagro de la Vida supera la soberbia humana, sólo es posible comprenderlo desde la fuerza del Amor. Por eso siempre es aconsejable seguir el camino que dicta el corazón sabiendo que es la misma voz del Universo y responde a nuestro alineamiento interior.

Desde el paradigma imperante, lo dicho anteriormente carece de sentido.

La visión patriarcal, sitúa al hombre separado de la naturaleza, promueve la dominación, el control, las relaciones verticales, la racionalidad, la dualidad, la especialización, el mecanisismo y la dependencia.

Así, nuestra sociedad se ha desconectado del poder de lo femenino y lo ha excluido, ha sobrevalorado lo masculino, distorsionando ambas fuerzas y generando malestar físico y psíquico tanto a hombres como a mujeres.

Podemos considerar como dones de lo femenino: dar vida, tejer redes, vivir los procesos, reconocer la naturaleza cíclica de la existencia,  la intuición, la receptividad, la empatía, la comprensión visceral y holística.

El desafío es integrar y trascender la dualidad excluyente. Es imperioso recuperar nuestra fuerza femenina para avanzar  en la sustentabilidad de nuestra civilización.

El encuentro con nuestro femenino nos permite sentirnos más  saludables, más plenos y resignificar nuestra existencia. Aparecen  nuevos sueños y principalmente una nueva manera de soñar, de ser, de decir y de hacer. Se enriquece nuestro compromiso vital con nuestras expresiones como seres humanos.

¡Hombres y mujeres integrados- femeninos y masculinos- serán los líderes vitales que está demandando este momento histórico!